viernes, 11 de junio de 2010
jueves, 10 de junio de 2010
jueves, 3 de junio de 2010
Historia General del Ejército del Perú -Pablo Macera
VIERNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2009
EL EJÉRCITO EN LA REPÚBLICA: SIGLO XIX
La historia del Ejército del Perú es una historia difícil porque de algún modo implica examinar la totalidad de nuestro período republicano en los siglos XIX-XX; difícil también porque ese relato histórico debe ser necesariamente objetivo, profesional y moderno; todo lo cual, de modo inevitable, tropieza con los prejuicios y punto de vista consolidados tanto en los medios civiles como en los medios militares como resultado de diversas confrontaciones ocurridas entre ambos sectores en el curso de nuestra historia.
Una larga y pesada tarea queda por hacer para reformular la historia del Ejército y la historia global de la sociedad peruana. En esa correcta dirección se encuentra este Tomo V del Ejército Peruano donde están condensados los análisis y las investigaciones de un grupo profesional polivalente conducido por el coronel Teodoro Hidalgo Morey e integrado por los historiadores Lourdes Medina, Manuel Gálvez y Guillermo Sánchez Ortiz.
Hay que precisar –como lo hacen sus autores– que esta no es una historia militar del Ejército Peruano. No encontraremos aquí un estudio de las tecnologías, tácticas y estrategias empleadas por el Ejército Peruano en todo el curso de su historia. Para esos efectos ya contamos con la obra precursora del General Dellepiane. La Historia Militar, es sin duda una especialización metodológica indispensable, pero en el presente caso cede su prioridad a un enfoque más amplio. Los autores de este volumen prefieren preguntarse acerca de las causas y consecuencias sociales de las acciones ejecutadas por el Ejército Peruano tanto en el terreno bélico profesional, como en el ámbito político.
La estructura cronológica de este volumen responde a los planeamientos señalados y de algún modo reproduce y reajusta las periodificaciones habitualmente empleadas en la historiografía peruana con respecto a la historia político-social del siglo XIX. La secuencia planteada por los autores es la siguiente:
1º Fundación del Ejército San Martín-Santa Cruz (1820-1827); 2º Origen del militarismo Santa Cruz Castilla (1827-1845); 3º Consolación profesional del Ejército Castilla-Balta (1845-1872); 4º Desarticulación del Ejército Balta-Pardo-Prado (1872-1879); 5º La guerra con Chile Prado-Piérola-Iglesias (1879-1884); 6º La reconstrucción nacional Cáceres-Morales Bermúdez-Piérola-López de Romaña (1886-1899); 7º Resumen evolutivo del Ejército Peruano.
En primer término el ejército republicano nada debe a las primeras huestes armadas europeas que asaltaron al imperio inca; hasta los propios ejércitos virreinales tomaron sus distancias a ese respecto y en la medida que pudieron dejaron de lado y olvidaron los precedentes crueles de la tropa conquistadora (perros mordedores de indios, violación sistemática de mujeres, pillaje, genocidio, etc.).
Podríamos incluso decir que los primeros ejércitos latinoamericanos durante la instancia libertadora significaron a ese respecto una negación explícita de lo que fue la conquista. La guerra de los libertadores a diferencia de la guerra de los conquistadores fue una guerra sujeta a severas reglas de respeto y humanidad. No es por consiguiente en una guerra «a lo Pizarro» donde hemos de buscar los antecedentes del Ejército Peruano.
El Ejército del Perú recepcionó en sus comienzos diferentes tradiciones militares, en algunos casos contrapuestas. Quizás podríamos sugerir un cuadro sinóptico de esos elementos constitutivos del primer Ejército Peruano.
En este cuadro distinguimos los elementos constitutivos directos de aquellos otros que tienen un carácter histórico referencial como tradiciones de algún modo recepcionadas por el Ejército Peruano.
Los autores de este libro señalan a ese respecto y como la mejor de sus tradiciones a los ejércitos rebeldes levantados en el Perú contra el régimen colonial durante los siglos XVI-XIX. El primero de esos ejércitos fue el de Manco Inca en el siglo XVI y puede ser definido como un ejército estatal (el del Estado Inca), que en forma legítima y según cualquier norma internacional de entonces o de ahora, ejercía el derecho de defensa contra una invasión extranjera (la española).
De algún modo esa legitimidad perdura en los siguientes ejércitos insurreccionales cuyo fundamento teórico e ideológico era el desconocimiento de toda legitimidad al Estado colonial español nacido en un acto de conquista bélica. Por lo menos dos de esos ejércitos fueron predominantemente indígenas aquellos de Santos Atahualpa y Túpac Amaru, ambos en el siglo XVIII.
Mientras que el ejército de Pumacahua implicó un verdadero cambio tanto de composición étnica como de tendencias ideológicas. Es posible que Pumacahua mismo no advirtiera todas las implicancias del movimiento que nominalmente encabezaba. Al momento de aceptar la jefatura revolucionaria, Pumacahua había sido el mejor ejemplo (negativo) de colaboracionismo indígena con el régimen español. No olvidemos que fue Pumacahua, más que nadie, quien derrotó a Túpac Amaru; y que su campaña sobre las provincias al sur del Cusco (Collasuyo) fue una verdadera guerra de exterminio contra las poblaciones campesinas. En su posible descargo sólo podría mencionarse el resentimiento aristocrático de Pumacahua, para quien Túpac Amaru venía a ser un advenedizo.
En cualquier caso todavía es una cuestión en debate precisar cuales fueran las razones que llevaron al anciano aristócrata indio a plegarse al movimiento que habían gestionado los criollos del Cusco, que en su mayor parte pertenecían a las clases medias y estaban comprometidos, al parecer, en una verdadera conspiración internacional vinculada con los movimientos revolucionarios que estaban ocurriendo en la sección meridional del imperio español (Buenos Aires, Chile).
En forma opuesta, pero complementaria a estas tradiciones insurreccionales, debemos mencionar como un nuevo elemento nada menos que al propio ejército español levantado por los virreyes contra las diferentes causas independentistas. Su núcleo estaba constituido por un pequeño número de militares españoles de carrera y formados en la península. Un segundo contingente básico desde la perspectiva del desarrollo posterior del Ejército del Perú, fue el de los criollos y mestizos peruanos incorporados al ejército español tanto en calidad de oficiales como de soldados. La suya fue una escuela contrainsurgente práctica y no académica. Este contingente de oficiales criollos-mestizos en su mayor parte fue reclutado en las provincias andinas del sur peruano y la próxima Audiencia de Charcas. Algunos pertenecían a la aristocracia colonial como el marqués de Valleumbroso, pero otros muchos procedían de las capas medias de la sociedad colonial peruana.
Las figuras representativas de esta oficialidad criollo-mestiza podrían ser los amigos-rivales Agustín Gamarra y Andrés de Santa Cruz y hasta el futuro Mariscal Ramón Castilla. Necesitamos todavía un estudio que nos permita conocer la sicología, actitudes, el pensamiento político y las habilidades técnico-profesionales que caracterizaron a este último ejército virreinal cuyos elementos más destacados habrían de ser transferidos al primer ejército republicano. Por lo pronto es probable que algunos militares del segmento Cusco-Charcas lucharan contra los ejércitos libertadores de Buenos Aires por una causa propia de tipo regional y no tanto ni solamente en defensa de los intereses españoles.
La creación del virreinato de Buenos Aires fue perjudicial para el sur peruano y puede ser mencionada como una de las causas del levantamiento de Túpac Amaru. Muchos sostenían que Charcas y por lo menos los enormes obispados de Arequipa y Cusco constituían una cierta unidad geopolítica conveniente en términos económicos para la totalidad de sus pobladores. Más allá de que esto, fuera o no una verdad total y sin desconocer que hubo contradictores de esta posición, hay que tenerla en cuenta para explicarnos mucho de lo que ocurrió en Perú, Bolivia, Chile durante los primeros decenios republicanos.
Habría también que incluir entre los elementos constitutivos del primer Ejército del Perú a los oficiales criollos cuyas carreras y formación militar no habían sido coloniales sino metropolitanas. Fueron los menos y su representante máximo dentro de los procesos independentistas fue José de San Martín; y en nuestro caso, José de la Mar, nacido en Cuenca y con una identificación total por el Perú.
Podríamos por último incluir también a los milicianos del régimen colonial. Este fue el caso de algunos «coroneles» nombrados por el rey español y perteneciente a las capas más ricas anteriores a la independencia. Algunos de ellos consiguieron que sus títulos fueran reconocidos por el nuevo Estado peruano.
En cuanto a las propias fuerzas militares de la independencia, en su sentido más estricto, el núcleo inicial estuvo compuesto por reclutas y voluntarios nacidos en el Perú que se incorporaron a los ejércitos auxiliares de San Martín y Bolívar. De un modo complementario habría que considerar la acción de los guerrilleros indios y mestizos y (en menor importancia) hasta a los propios «pasados» españoles.
Toda esa heterogeneidad de procedencia exigió de los primeros ejércitos peruanos una organización colectiva fuertemente unificada tanto en el orden de los procedimientos militares como en el terreno de la formación ideológica y doctrinaria. Este es uno de los grandes méritos de quienes formaron los diferentes niveles de oficialidad de aquel entonces.
Los primeros 20 años de nuestra historia republicana fueron de caos interno y conflicto exterior; ambos interrelacionados. Las causas de esa crisis no fueron estrictamente militares y deben ser más bien encontradas sobre todo de un lado en la persistencia estructural del coloniaje y del otro en la inestabilidad-geopolítica del Perú que como nueva república no podía ser obviamente ni el imperio ni el enorme virreinato que administraron los austriacos.
Los autores de este libro se preguntan con razón ¿cómo gobernar un país en que la mayoría de sus pobladores eran apartados del efectivo poder político? ¿cómo definir los límites territoriales de una zona de intercambio, confluencia y expansiones como ha sido el Perú desde por lo menos hace 3,000 años? Ni los militares ni los civiles peruanos pudieron elaborar respuestas a estos problemas.
Nuestra paradoja consistía en que para ser paritario y competitivo, en cualquier contienda bélica con el exterior, el Perú habría debido ser un país en forma y en términos internos y no podríamos serlo mientras el negro fuera un esclavo y el indio un siervo. Pero liberar efectivamente al indio y al negro no significaba dar leyes que así lo declarasen, sino hacer una verdadera revolución social que complementara las formas políticas de la independencia dándoles un contenido social. Pero esa revolución significaba una guerra civil, como la habida en los EE.UU. ¿Hubiera sido mejor que efectivamente ocurriese? ¿Habría emergido el Perú, después de aquella guerra, con una definición global de sí mismo?
Resulta obvio que estas interrogantes nos arrastran al inestable terreno de las suposiciones y la historia condicional; pero ¿acaso no son éstas las preguntas que todos los peruanos nos hemos estado haciendo desde entonces hasta hoy mismo? ¿Hemos podido, en verdad, compensar y superar hoy, en el siglo XX, la agresión de la conquista europea del siglo XVI con sus efectos desintegradores sobre la sociedad andina? ¿Las grandes mayorías nacionales han accedido verdaderamente a los adecuados niveles de poder?
De otro lado nadie estaba muy seguro a principios del siglo XIX donde comenzaba y terminaba el Perú. Las principales opciones al respecto podrían haber sido las siguientes:
• El pequeño Perú reducido a la Audiencia de Lima con las restringidas fronteras borbónicas del siglo XVIII (sin los actuales departamentos de Loreto y Puno). De algún modo éste era el sueño o la pesadilla política de Bolívar quien estaba convencido que la Gran Colombia era imposible sin neutralizar al Perú.
• El gran Perú austríaco con sus tres principales Audiencias (Quito, Lima y Charcas). Lo que de algún modo fue, según algunos, la fantasía máxima de Santa Cruz.
• Una alianza o confederación entre Perú-Ecuador o por lo menos entre Perú y algunas secciones del sur ecuatoriano (Guayaquil, Cuenca, Loja). Era la alternativa de La Mar.
• La confederación Perú-Boliviana buscada por Gamarra y Santa Cruz, quines rivalizaban por jefaturarla.
• El Perú actual que resulta de una lucha defensiva permanente frente a distintas tendencias expansivas de sus vecinos en las diversas fronteras. Esta es la alternativa histórica concreta y realizada más allá de cualquier programación deliberada.
Siempre resulta fácil escribir la historia después de ocurrida y señalar los defectos de quienes fueron sus gestores. En caso de la posible unión Perú-Ecuador hay quienes sugieren que sus principales opositores no fueron los grancolombianos si no aquellos peruanos, como Gamarra, que deseaban la confederación opuesta hacia el sur, con Bolivia. A su vez para explicar el fracaso Perú-boliviano habría que tener en cuenta multitud de factores.
En primer término, el razonable temor peruano ante la debilidad y fracturación del Perú en dos entidades (norte, sur), que podría llevar a la incorporación del sur peruano a Bolivia (el Perú habría comenzado entonces del Río Pampas hacia el norte). En segundo término, el temor de Argentina-Chile, argumentando desde el punto de vista de sus respectivos intereses nacionales, ante el surgimiento de lo que habría sido el Estado más poderoso de Sudamérica. Estas son las razones principales pues habría muchas otras de menor importancia vinculadas a la pequeñez personal de algunos de los gestores de la historia republicana de ese tiempo. La historia del Ejército del Perú de esa época no hace más que expresar, en consecuencia, todo este proceso histórico global.
El Ejército Peruano estaba dividido en función de la simpatía o lealtad que sus oficiales conservaban a cualquiera de sus líderes (Gamarra, Salaverry, etc.). Entre civiles y militares peruanos podía haber en algunos casos una percepción de intereses más generales que los derivados de esa lealtad; pero era esta última la que al final predominaba. El correspondiente líder militar definía, con auxilio de ideólogos o colaboradores civiles, lo que en un momento determinado debía tenerse como el interés nacional; todos los demás, todos aquellos que reconocían el liderazgo de su caudillo, se limitaban a recibir y obedecer esa interpretación.
Podía ocurrir incluso que la intervención extranjera no fuese vista como negativa por el respectivo caudillo quien por el contrario podía llegar a solicitarla. Hay que reconocer, para disminuir en parte las responsabilidades, que esta internacionalización de los conflictos internos peruanos derivaba de un patrón de conducta que venía desarrollándose en el país desde por lo menos 1780 y más aún durante las campañas de la Independencia, que como todos sabemos fue una guerra interna a la vez que internacional.
El más profesional de estos militares peruanos fue sin duda Gamarra que asimismo tenía capacidad como gobernante. Pese a todo, como lo recuerda este libro, tuvo que enfrentar a 17 sublevaciones militares en su primer gobierno. Quizás su principal debilidad era la obsesión que tenía por vincular a Perú y Bolivia. A su muerte en 1841 se abrió un interregno de anarquía para el país que sólo fue cerrado por la hegemonía del general Ramón Castilla.
Entre 1845-1872 el Perú y su Ejército tuvieron una oportunidad excepcional para alcanzar altos niveles de modernización y desarrollo. Fue el tiempo de lo que Basadre ha llamado la prosperidad falaz basada en la exportación del guano y el salitre. No corresponde a esta presentación, ni tampoco al libro que comentamos, enjuiciar todos los aspectos de aquel periodo. Los autores de este volumen consideran que durante ese cuarto de siglo se efectuó (por acción de Ramón Castilla) un mejoramiento de las fuerzas armadas expresado en diversas medidas como el fortalecimiento de la Marina de Guerra, la modernización de las armas en el ejército y una activa política de fronteras.
A mediados del siglo XIX el Perú tuvo así una evidente superioridad sobre sus vecinos que, sin embargo, no era por sí sola suficiente para enfrentar a potencias de otro nivel, como ocurrió durante la confrontación con España en 1866. Habría a ese respecto que efectuar una investigación muy especializada para las décadas de 1860-70, con el fin de comprobar la medida en que los armamentos peruanos empezaban a estar desactualizados y superados por las compras que efectuaba Chile.
Aquí hay graves responsabilidades por establecer pues por muchas que fueran la dificultades económicas y presupuestales del Estados peruano bien hubiese podido por lo menos comprar los barcos que asegurasen su dominio sobre el Pacifico sur: Se ha calculado que hubiese bastado el 2% de los empréstitos obtenidos durante el gobierno de Balta para adquirir los buques que hubieran dado al Perú esa hegemonía sobre Chile. Por lo contrario, como lo dijo Miguel Grau en 1872, la escuadra peruana sólo llegaba a ser un «Museo de Arquitectura Naval»; y aunque las autoridades peruanas fueron oportunamente informadas sobre la construcción en Londres de embarcaciones chilenas, nada hicieron. Es cierto que el congreso autorizó a Pardo «gastar dos millones de soles en la adquisición de dos acorazados superiores a los chilenos»; pero una junta de expertos, según recuerdan los autores de este libro, desaconsejó esa compra dando opiniones «sorprendentemente tranquilizadoras».
No era mejor la situación en el ejército pues, como en forma muy condensada, también señalan los autores, teníamos los peruanos, un total de 27 marcas diferentes de fusiles «lo que puede dar idea del tremendo problema logísticos que planteaba esta variedad». De nada servía en medio del caos aumentar los gastos militares como lo hizo Pardo cuando duplicó el presupuesto de Balta para el Ejército y la Marina; pues de aquellos totales casi la mitad era destinada al pago de lista pasiva, mientras que al material militar sólo se le destinaba entre 7-13%.
En el orden político interno uno de los hechos de consecuencias más negativas fue el desacuerdo ocurrido entre, de un lado, el líder de civilismo Manuel Pardo y, del otro, algunos de los principales jefes militares. A lo cual debemos añadir una extrema división entre los civiles peruanos por la rivalidad Piérola/Pardo. En su afán de impedir un renacimiento del militarismo Manuel Pardo debilitó al Ejército. Entre tantas medidas podemos mencionar la formación de una fuerza paralela (Guardia Nacional) y sobre todo la reducción de los efectivos militares, sin acompañarla con una efectiva modernización. En su favor hay que mencionar medidas en beneficio de la tropa (Escuela de primeras letras, Escuela de Cabos); y en su descargo habría que mencionar la crisis económica gravísima y generalizada que heredó de gobiernos anteriores.
Pero quizás la mayor contribución de Manuel Pardo, con efectos involuntariamente negativos, fue la articulación de una política internacional peruana sujeta al objetivo económico de que el Perú llegase a controlar el mercado mundial del salitre mediante un modelo de intervención estatal (estanco, expropiaciones). Esto significaba un desafío tanto a Inglaterra, como potencia dominante en tal mercado, como a Chile, que tenía cuantiosas inversiones en las salitreras bolivianas. Para respaldar esta política Manuel Pardo no adoptó ninguna medida a favor del rearme peruano. Prefirió la vía sesgada de negociar un tratado defensivo con Bolivia, que también debía incorporar a la Argentina.
Desde la perspectiva chilena, ese tratado defensivo era interpretado como ofensivo, pues tenía dos características, que combinadas resultaban peligrosas pera ese país: a) Pretendía establecer un cerco mediante un acuerdo militar-diplomático entre los dos únicos países limítrofes de Chile (Bolivia-Argentina); b) Ese acuerdo era gestionado no en forma bilateral por aquellos vecinos si no por un tercer país (Perú) que no tenía fronteras con Chile; por lo menos fronteras físicas visibles, aunque sí las había en términos económicos, la frontera del salitre.
No quisiera sin embargo, continuar con estos análisis acerca de la Guerra del Salitre, cuyos efectos siguen pesando sobre el Perú, en especial como una advertencia para evitar su repetición. A ese respecto quizá podemos sugerir una regla segura: cualquier riqueza natural peruana, próxima a sus fronteras, es una riqueza potencialmente en peligro. Por diferentes razones no creo poseer las condiciones necesarias (informativas, emocionales) para que ese análisis tuviera alcances objetivos a la vez que formativos hacia el futuro.
Perdida la guerra, por obra, omisión e incompetencia de tantos, las necesidades históricas del país impusieron el sacrificio político del general Andrés Avelino Cáceres, el gran caudillo de la Resistencia. Con frecuencia se ha ocultado el hecho que en 1883, inmediatamente después de la derrota, el Perú estuvo al borde de una guerra social, de un conflicto que no habría tenido signos exclusivamente políticos, si no que más bien podría haber terminado en una contienda generalizada, de clases pobres contra clases ricas. Cáceres lo advirtió en los medios rurales que apoyaron su heroica campaña contra Chile. No quiso, sin embargo, estimular ese desarrollo, quizás porque creía que de hacerlo hubiese escapado a todo control. Si Cáceres hubiese respaldado las tomas de tierras, por los indígenas de la sierra central, se hubiera desatado en todos los Andes (quizás no sólo en el Perú) una ola de revoluciones agrarias, que probablemente hubiesen sido muy reprimidas y después de una sangrienta guerra civil contra Cáceres y los indios se hubiesen levantando una alianza multiforme de todos los poderosos del país.
¿Lo hubiere ganado Cáceres?
No eran menos conflictivas las relaciones entre los sectores urbanos. Hay diferentes testimonios de observadores peruanos y extranjeros sobre la cólera, el odio y resentimiento que las clases pobres y las clases medias de las ciudades tenían contra los ricos, que no sólo habían sobrevivido a la guerra con sus fortunas intactas si no que en algunos casos hasta las habían aumentado. El pueblo limeño señalaba con desprecio a quienes tuvieron entre 1884-1890 el impudor de construir enormes palacios gestados con negocios y negociados de la guerra.
Estas clases ricas, que eran en definitiva las principales responsable de la derrota bélica, escondieron entonces sus ambiciones políticas y prefirieron ceder a favor de Cáceres posiciones de poder, que en aquel momento sólo significaban esfuerzos y dificultades. Cáceres no rehuyó este desafío y quizás contra sus convicciones más íntimas se vio obligado a pactar y negociar con diferentes políticos tradicionales peruanos. Su objetivo era recuperar los territorios perdidos en la guerra. Y a esta obsesión patriótica, que a la postre se mostró irrealizable, sujetó toda su política interna e internacional, incluyendo el orden económico. Por esta razón, incluso aquellos de nosotros que no estamos de acuerdo con algunas de las medidas que adoptó Cáceres acerca de la deuda externa, debemos reconocer que estas medidas fueron consecuencia inevitable del punto de partida y el objetivo básico de su gobierno para saldar los resultados de la guerra.
Los últimos capítulos de este volumen están destinados a estudiar la modernización del ejército iniciada por Piérola y presentar luego unas consideraciones finales sobre el desarrollo institucional del Ejército del Perú en el siglo XIX. Esas páginas merecerían una reflexión aparte pues han sido escritas no sólo con emoción sino también con un intento de objetividad. De algún modo resumen la actitud, el método y las características generales que sus autores han sabido mantener en el curso de todo el libro. En todas las materias científicas cabe la discrepancia; mejor dicho la discrepancia resulta indispensable. No puede por consiguiente aspirarse a un consenso absoluto en materia histórica. En cualquier caso los autores de este volumen han revelado un alto nivel profesional, como investigadores sociales, unidos a la claridad de la exposición y a la objetividad con que describen y analizan la historia institucional del Ejército Peruano.
Fuente:http://pablomacera.blogspot.com/2009/09/historia-general-del-ejercito-del-peru.html
EL EJÉRCITO EN LA REPÚBLICA: SIGLO XIX
La historia del Ejército del Perú es una historia difícil porque de algún modo implica examinar la totalidad de nuestro período republicano en los siglos XIX-XX; difícil también porque ese relato histórico debe ser necesariamente objetivo, profesional y moderno; todo lo cual, de modo inevitable, tropieza con los prejuicios y punto de vista consolidados tanto en los medios civiles como en los medios militares como resultado de diversas confrontaciones ocurridas entre ambos sectores en el curso de nuestra historia.
Una larga y pesada tarea queda por hacer para reformular la historia del Ejército y la historia global de la sociedad peruana. En esa correcta dirección se encuentra este Tomo V del Ejército Peruano donde están condensados los análisis y las investigaciones de un grupo profesional polivalente conducido por el coronel Teodoro Hidalgo Morey e integrado por los historiadores Lourdes Medina, Manuel Gálvez y Guillermo Sánchez Ortiz.
Hay que precisar –como lo hacen sus autores– que esta no es una historia militar del Ejército Peruano. No encontraremos aquí un estudio de las tecnologías, tácticas y estrategias empleadas por el Ejército Peruano en todo el curso de su historia. Para esos efectos ya contamos con la obra precursora del General Dellepiane. La Historia Militar, es sin duda una especialización metodológica indispensable, pero en el presente caso cede su prioridad a un enfoque más amplio. Los autores de este volumen prefieren preguntarse acerca de las causas y consecuencias sociales de las acciones ejecutadas por el Ejército Peruano tanto en el terreno bélico profesional, como en el ámbito político.
La estructura cronológica de este volumen responde a los planeamientos señalados y de algún modo reproduce y reajusta las periodificaciones habitualmente empleadas en la historiografía peruana con respecto a la historia político-social del siglo XIX. La secuencia planteada por los autores es la siguiente:
1º Fundación del Ejército San Martín-Santa Cruz (1820-1827); 2º Origen del militarismo Santa Cruz Castilla (1827-1845); 3º Consolación profesional del Ejército Castilla-Balta (1845-1872); 4º Desarticulación del Ejército Balta-Pardo-Prado (1872-1879); 5º La guerra con Chile Prado-Piérola-Iglesias (1879-1884); 6º La reconstrucción nacional Cáceres-Morales Bermúdez-Piérola-López de Romaña (1886-1899); 7º Resumen evolutivo del Ejército Peruano.
En primer término el ejército republicano nada debe a las primeras huestes armadas europeas que asaltaron al imperio inca; hasta los propios ejércitos virreinales tomaron sus distancias a ese respecto y en la medida que pudieron dejaron de lado y olvidaron los precedentes crueles de la tropa conquistadora (perros mordedores de indios, violación sistemática de mujeres, pillaje, genocidio, etc.).
Podríamos incluso decir que los primeros ejércitos latinoamericanos durante la instancia libertadora significaron a ese respecto una negación explícita de lo que fue la conquista. La guerra de los libertadores a diferencia de la guerra de los conquistadores fue una guerra sujeta a severas reglas de respeto y humanidad. No es por consiguiente en una guerra «a lo Pizarro» donde hemos de buscar los antecedentes del Ejército Peruano.
El Ejército del Perú recepcionó en sus comienzos diferentes tradiciones militares, en algunos casos contrapuestas. Quizás podríamos sugerir un cuadro sinóptico de esos elementos constitutivos del primer Ejército Peruano.
En este cuadro distinguimos los elementos constitutivos directos de aquellos otros que tienen un carácter histórico referencial como tradiciones de algún modo recepcionadas por el Ejército Peruano.
Los autores de este libro señalan a ese respecto y como la mejor de sus tradiciones a los ejércitos rebeldes levantados en el Perú contra el régimen colonial durante los siglos XVI-XIX. El primero de esos ejércitos fue el de Manco Inca en el siglo XVI y puede ser definido como un ejército estatal (el del Estado Inca), que en forma legítima y según cualquier norma internacional de entonces o de ahora, ejercía el derecho de defensa contra una invasión extranjera (la española).
De algún modo esa legitimidad perdura en los siguientes ejércitos insurreccionales cuyo fundamento teórico e ideológico era el desconocimiento de toda legitimidad al Estado colonial español nacido en un acto de conquista bélica. Por lo menos dos de esos ejércitos fueron predominantemente indígenas aquellos de Santos Atahualpa y Túpac Amaru, ambos en el siglo XVIII.
Mientras que el ejército de Pumacahua implicó un verdadero cambio tanto de composición étnica como de tendencias ideológicas. Es posible que Pumacahua mismo no advirtiera todas las implicancias del movimiento que nominalmente encabezaba. Al momento de aceptar la jefatura revolucionaria, Pumacahua había sido el mejor ejemplo (negativo) de colaboracionismo indígena con el régimen español. No olvidemos que fue Pumacahua, más que nadie, quien derrotó a Túpac Amaru; y que su campaña sobre las provincias al sur del Cusco (Collasuyo) fue una verdadera guerra de exterminio contra las poblaciones campesinas. En su posible descargo sólo podría mencionarse el resentimiento aristocrático de Pumacahua, para quien Túpac Amaru venía a ser un advenedizo.
En cualquier caso todavía es una cuestión en debate precisar cuales fueran las razones que llevaron al anciano aristócrata indio a plegarse al movimiento que habían gestionado los criollos del Cusco, que en su mayor parte pertenecían a las clases medias y estaban comprometidos, al parecer, en una verdadera conspiración internacional vinculada con los movimientos revolucionarios que estaban ocurriendo en la sección meridional del imperio español (Buenos Aires, Chile).
En forma opuesta, pero complementaria a estas tradiciones insurreccionales, debemos mencionar como un nuevo elemento nada menos que al propio ejército español levantado por los virreyes contra las diferentes causas independentistas. Su núcleo estaba constituido por un pequeño número de militares españoles de carrera y formados en la península. Un segundo contingente básico desde la perspectiva del desarrollo posterior del Ejército del Perú, fue el de los criollos y mestizos peruanos incorporados al ejército español tanto en calidad de oficiales como de soldados. La suya fue una escuela contrainsurgente práctica y no académica. Este contingente de oficiales criollos-mestizos en su mayor parte fue reclutado en las provincias andinas del sur peruano y la próxima Audiencia de Charcas. Algunos pertenecían a la aristocracia colonial como el marqués de Valleumbroso, pero otros muchos procedían de las capas medias de la sociedad colonial peruana.
Las figuras representativas de esta oficialidad criollo-mestiza podrían ser los amigos-rivales Agustín Gamarra y Andrés de Santa Cruz y hasta el futuro Mariscal Ramón Castilla. Necesitamos todavía un estudio que nos permita conocer la sicología, actitudes, el pensamiento político y las habilidades técnico-profesionales que caracterizaron a este último ejército virreinal cuyos elementos más destacados habrían de ser transferidos al primer ejército republicano. Por lo pronto es probable que algunos militares del segmento Cusco-Charcas lucharan contra los ejércitos libertadores de Buenos Aires por una causa propia de tipo regional y no tanto ni solamente en defensa de los intereses españoles.
La creación del virreinato de Buenos Aires fue perjudicial para el sur peruano y puede ser mencionada como una de las causas del levantamiento de Túpac Amaru. Muchos sostenían que Charcas y por lo menos los enormes obispados de Arequipa y Cusco constituían una cierta unidad geopolítica conveniente en términos económicos para la totalidad de sus pobladores. Más allá de que esto, fuera o no una verdad total y sin desconocer que hubo contradictores de esta posición, hay que tenerla en cuenta para explicarnos mucho de lo que ocurrió en Perú, Bolivia, Chile durante los primeros decenios republicanos.
Habría también que incluir entre los elementos constitutivos del primer Ejército del Perú a los oficiales criollos cuyas carreras y formación militar no habían sido coloniales sino metropolitanas. Fueron los menos y su representante máximo dentro de los procesos independentistas fue José de San Martín; y en nuestro caso, José de la Mar, nacido en Cuenca y con una identificación total por el Perú.
Podríamos por último incluir también a los milicianos del régimen colonial. Este fue el caso de algunos «coroneles» nombrados por el rey español y perteneciente a las capas más ricas anteriores a la independencia. Algunos de ellos consiguieron que sus títulos fueran reconocidos por el nuevo Estado peruano.
En cuanto a las propias fuerzas militares de la independencia, en su sentido más estricto, el núcleo inicial estuvo compuesto por reclutas y voluntarios nacidos en el Perú que se incorporaron a los ejércitos auxiliares de San Martín y Bolívar. De un modo complementario habría que considerar la acción de los guerrilleros indios y mestizos y (en menor importancia) hasta a los propios «pasados» españoles.
Toda esa heterogeneidad de procedencia exigió de los primeros ejércitos peruanos una organización colectiva fuertemente unificada tanto en el orden de los procedimientos militares como en el terreno de la formación ideológica y doctrinaria. Este es uno de los grandes méritos de quienes formaron los diferentes niveles de oficialidad de aquel entonces.
Los primeros 20 años de nuestra historia republicana fueron de caos interno y conflicto exterior; ambos interrelacionados. Las causas de esa crisis no fueron estrictamente militares y deben ser más bien encontradas sobre todo de un lado en la persistencia estructural del coloniaje y del otro en la inestabilidad-geopolítica del Perú que como nueva república no podía ser obviamente ni el imperio ni el enorme virreinato que administraron los austriacos.
Los autores de este libro se preguntan con razón ¿cómo gobernar un país en que la mayoría de sus pobladores eran apartados del efectivo poder político? ¿cómo definir los límites territoriales de una zona de intercambio, confluencia y expansiones como ha sido el Perú desde por lo menos hace 3,000 años? Ni los militares ni los civiles peruanos pudieron elaborar respuestas a estos problemas.
Nuestra paradoja consistía en que para ser paritario y competitivo, en cualquier contienda bélica con el exterior, el Perú habría debido ser un país en forma y en términos internos y no podríamos serlo mientras el negro fuera un esclavo y el indio un siervo. Pero liberar efectivamente al indio y al negro no significaba dar leyes que así lo declarasen, sino hacer una verdadera revolución social que complementara las formas políticas de la independencia dándoles un contenido social. Pero esa revolución significaba una guerra civil, como la habida en los EE.UU. ¿Hubiera sido mejor que efectivamente ocurriese? ¿Habría emergido el Perú, después de aquella guerra, con una definición global de sí mismo?
Resulta obvio que estas interrogantes nos arrastran al inestable terreno de las suposiciones y la historia condicional; pero ¿acaso no son éstas las preguntas que todos los peruanos nos hemos estado haciendo desde entonces hasta hoy mismo? ¿Hemos podido, en verdad, compensar y superar hoy, en el siglo XX, la agresión de la conquista europea del siglo XVI con sus efectos desintegradores sobre la sociedad andina? ¿Las grandes mayorías nacionales han accedido verdaderamente a los adecuados niveles de poder?
De otro lado nadie estaba muy seguro a principios del siglo XIX donde comenzaba y terminaba el Perú. Las principales opciones al respecto podrían haber sido las siguientes:
• El pequeño Perú reducido a la Audiencia de Lima con las restringidas fronteras borbónicas del siglo XVIII (sin los actuales departamentos de Loreto y Puno). De algún modo éste era el sueño o la pesadilla política de Bolívar quien estaba convencido que la Gran Colombia era imposible sin neutralizar al Perú.
• El gran Perú austríaco con sus tres principales Audiencias (Quito, Lima y Charcas). Lo que de algún modo fue, según algunos, la fantasía máxima de Santa Cruz.
• Una alianza o confederación entre Perú-Ecuador o por lo menos entre Perú y algunas secciones del sur ecuatoriano (Guayaquil, Cuenca, Loja). Era la alternativa de La Mar.
• La confederación Perú-Boliviana buscada por Gamarra y Santa Cruz, quines rivalizaban por jefaturarla.
• El Perú actual que resulta de una lucha defensiva permanente frente a distintas tendencias expansivas de sus vecinos en las diversas fronteras. Esta es la alternativa histórica concreta y realizada más allá de cualquier programación deliberada.
Siempre resulta fácil escribir la historia después de ocurrida y señalar los defectos de quienes fueron sus gestores. En caso de la posible unión Perú-Ecuador hay quienes sugieren que sus principales opositores no fueron los grancolombianos si no aquellos peruanos, como Gamarra, que deseaban la confederación opuesta hacia el sur, con Bolivia. A su vez para explicar el fracaso Perú-boliviano habría que tener en cuenta multitud de factores.
En primer término, el razonable temor peruano ante la debilidad y fracturación del Perú en dos entidades (norte, sur), que podría llevar a la incorporación del sur peruano a Bolivia (el Perú habría comenzado entonces del Río Pampas hacia el norte). En segundo término, el temor de Argentina-Chile, argumentando desde el punto de vista de sus respectivos intereses nacionales, ante el surgimiento de lo que habría sido el Estado más poderoso de Sudamérica. Estas son las razones principales pues habría muchas otras de menor importancia vinculadas a la pequeñez personal de algunos de los gestores de la historia republicana de ese tiempo. La historia del Ejército del Perú de esa época no hace más que expresar, en consecuencia, todo este proceso histórico global.
El Ejército Peruano estaba dividido en función de la simpatía o lealtad que sus oficiales conservaban a cualquiera de sus líderes (Gamarra, Salaverry, etc.). Entre civiles y militares peruanos podía haber en algunos casos una percepción de intereses más generales que los derivados de esa lealtad; pero era esta última la que al final predominaba. El correspondiente líder militar definía, con auxilio de ideólogos o colaboradores civiles, lo que en un momento determinado debía tenerse como el interés nacional; todos los demás, todos aquellos que reconocían el liderazgo de su caudillo, se limitaban a recibir y obedecer esa interpretación.
Podía ocurrir incluso que la intervención extranjera no fuese vista como negativa por el respectivo caudillo quien por el contrario podía llegar a solicitarla. Hay que reconocer, para disminuir en parte las responsabilidades, que esta internacionalización de los conflictos internos peruanos derivaba de un patrón de conducta que venía desarrollándose en el país desde por lo menos 1780 y más aún durante las campañas de la Independencia, que como todos sabemos fue una guerra interna a la vez que internacional.
El más profesional de estos militares peruanos fue sin duda Gamarra que asimismo tenía capacidad como gobernante. Pese a todo, como lo recuerda este libro, tuvo que enfrentar a 17 sublevaciones militares en su primer gobierno. Quizás su principal debilidad era la obsesión que tenía por vincular a Perú y Bolivia. A su muerte en 1841 se abrió un interregno de anarquía para el país que sólo fue cerrado por la hegemonía del general Ramón Castilla.
Entre 1845-1872 el Perú y su Ejército tuvieron una oportunidad excepcional para alcanzar altos niveles de modernización y desarrollo. Fue el tiempo de lo que Basadre ha llamado la prosperidad falaz basada en la exportación del guano y el salitre. No corresponde a esta presentación, ni tampoco al libro que comentamos, enjuiciar todos los aspectos de aquel periodo. Los autores de este volumen consideran que durante ese cuarto de siglo se efectuó (por acción de Ramón Castilla) un mejoramiento de las fuerzas armadas expresado en diversas medidas como el fortalecimiento de la Marina de Guerra, la modernización de las armas en el ejército y una activa política de fronteras.
A mediados del siglo XIX el Perú tuvo así una evidente superioridad sobre sus vecinos que, sin embargo, no era por sí sola suficiente para enfrentar a potencias de otro nivel, como ocurrió durante la confrontación con España en 1866. Habría a ese respecto que efectuar una investigación muy especializada para las décadas de 1860-70, con el fin de comprobar la medida en que los armamentos peruanos empezaban a estar desactualizados y superados por las compras que efectuaba Chile.
Aquí hay graves responsabilidades por establecer pues por muchas que fueran la dificultades económicas y presupuestales del Estados peruano bien hubiese podido por lo menos comprar los barcos que asegurasen su dominio sobre el Pacifico sur: Se ha calculado que hubiese bastado el 2% de los empréstitos obtenidos durante el gobierno de Balta para adquirir los buques que hubieran dado al Perú esa hegemonía sobre Chile. Por lo contrario, como lo dijo Miguel Grau en 1872, la escuadra peruana sólo llegaba a ser un «Museo de Arquitectura Naval»; y aunque las autoridades peruanas fueron oportunamente informadas sobre la construcción en Londres de embarcaciones chilenas, nada hicieron. Es cierto que el congreso autorizó a Pardo «gastar dos millones de soles en la adquisición de dos acorazados superiores a los chilenos»; pero una junta de expertos, según recuerdan los autores de este libro, desaconsejó esa compra dando opiniones «sorprendentemente tranquilizadoras».
No era mejor la situación en el ejército pues, como en forma muy condensada, también señalan los autores, teníamos los peruanos, un total de 27 marcas diferentes de fusiles «lo que puede dar idea del tremendo problema logísticos que planteaba esta variedad». De nada servía en medio del caos aumentar los gastos militares como lo hizo Pardo cuando duplicó el presupuesto de Balta para el Ejército y la Marina; pues de aquellos totales casi la mitad era destinada al pago de lista pasiva, mientras que al material militar sólo se le destinaba entre 7-13%.
En el orden político interno uno de los hechos de consecuencias más negativas fue el desacuerdo ocurrido entre, de un lado, el líder de civilismo Manuel Pardo y, del otro, algunos de los principales jefes militares. A lo cual debemos añadir una extrema división entre los civiles peruanos por la rivalidad Piérola/Pardo. En su afán de impedir un renacimiento del militarismo Manuel Pardo debilitó al Ejército. Entre tantas medidas podemos mencionar la formación de una fuerza paralela (Guardia Nacional) y sobre todo la reducción de los efectivos militares, sin acompañarla con una efectiva modernización. En su favor hay que mencionar medidas en beneficio de la tropa (Escuela de primeras letras, Escuela de Cabos); y en su descargo habría que mencionar la crisis económica gravísima y generalizada que heredó de gobiernos anteriores.
Pero quizás la mayor contribución de Manuel Pardo, con efectos involuntariamente negativos, fue la articulación de una política internacional peruana sujeta al objetivo económico de que el Perú llegase a controlar el mercado mundial del salitre mediante un modelo de intervención estatal (estanco, expropiaciones). Esto significaba un desafío tanto a Inglaterra, como potencia dominante en tal mercado, como a Chile, que tenía cuantiosas inversiones en las salitreras bolivianas. Para respaldar esta política Manuel Pardo no adoptó ninguna medida a favor del rearme peruano. Prefirió la vía sesgada de negociar un tratado defensivo con Bolivia, que también debía incorporar a la Argentina.
Desde la perspectiva chilena, ese tratado defensivo era interpretado como ofensivo, pues tenía dos características, que combinadas resultaban peligrosas pera ese país: a) Pretendía establecer un cerco mediante un acuerdo militar-diplomático entre los dos únicos países limítrofes de Chile (Bolivia-Argentina); b) Ese acuerdo era gestionado no en forma bilateral por aquellos vecinos si no por un tercer país (Perú) que no tenía fronteras con Chile; por lo menos fronteras físicas visibles, aunque sí las había en términos económicos, la frontera del salitre.
No quisiera sin embargo, continuar con estos análisis acerca de la Guerra del Salitre, cuyos efectos siguen pesando sobre el Perú, en especial como una advertencia para evitar su repetición. A ese respecto quizá podemos sugerir una regla segura: cualquier riqueza natural peruana, próxima a sus fronteras, es una riqueza potencialmente en peligro. Por diferentes razones no creo poseer las condiciones necesarias (informativas, emocionales) para que ese análisis tuviera alcances objetivos a la vez que formativos hacia el futuro.
Perdida la guerra, por obra, omisión e incompetencia de tantos, las necesidades históricas del país impusieron el sacrificio político del general Andrés Avelino Cáceres, el gran caudillo de la Resistencia. Con frecuencia se ha ocultado el hecho que en 1883, inmediatamente después de la derrota, el Perú estuvo al borde de una guerra social, de un conflicto que no habría tenido signos exclusivamente políticos, si no que más bien podría haber terminado en una contienda generalizada, de clases pobres contra clases ricas. Cáceres lo advirtió en los medios rurales que apoyaron su heroica campaña contra Chile. No quiso, sin embargo, estimular ese desarrollo, quizás porque creía que de hacerlo hubiese escapado a todo control. Si Cáceres hubiese respaldado las tomas de tierras, por los indígenas de la sierra central, se hubiera desatado en todos los Andes (quizás no sólo en el Perú) una ola de revoluciones agrarias, que probablemente hubiesen sido muy reprimidas y después de una sangrienta guerra civil contra Cáceres y los indios se hubiesen levantando una alianza multiforme de todos los poderosos del país.
¿Lo hubiere ganado Cáceres?
No eran menos conflictivas las relaciones entre los sectores urbanos. Hay diferentes testimonios de observadores peruanos y extranjeros sobre la cólera, el odio y resentimiento que las clases pobres y las clases medias de las ciudades tenían contra los ricos, que no sólo habían sobrevivido a la guerra con sus fortunas intactas si no que en algunos casos hasta las habían aumentado. El pueblo limeño señalaba con desprecio a quienes tuvieron entre 1884-1890 el impudor de construir enormes palacios gestados con negocios y negociados de la guerra.
Estas clases ricas, que eran en definitiva las principales responsable de la derrota bélica, escondieron entonces sus ambiciones políticas y prefirieron ceder a favor de Cáceres posiciones de poder, que en aquel momento sólo significaban esfuerzos y dificultades. Cáceres no rehuyó este desafío y quizás contra sus convicciones más íntimas se vio obligado a pactar y negociar con diferentes políticos tradicionales peruanos. Su objetivo era recuperar los territorios perdidos en la guerra. Y a esta obsesión patriótica, que a la postre se mostró irrealizable, sujetó toda su política interna e internacional, incluyendo el orden económico. Por esta razón, incluso aquellos de nosotros que no estamos de acuerdo con algunas de las medidas que adoptó Cáceres acerca de la deuda externa, debemos reconocer que estas medidas fueron consecuencia inevitable del punto de partida y el objetivo básico de su gobierno para saldar los resultados de la guerra.
Los últimos capítulos de este volumen están destinados a estudiar la modernización del ejército iniciada por Piérola y presentar luego unas consideraciones finales sobre el desarrollo institucional del Ejército del Perú en el siglo XIX. Esas páginas merecerían una reflexión aparte pues han sido escritas no sólo con emoción sino también con un intento de objetividad. De algún modo resumen la actitud, el método y las características generales que sus autores han sabido mantener en el curso de todo el libro. En todas las materias científicas cabe la discrepancia; mejor dicho la discrepancia resulta indispensable. No puede por consiguiente aspirarse a un consenso absoluto en materia histórica. En cualquier caso los autores de este volumen han revelado un alto nivel profesional, como investigadores sociales, unidos a la claridad de la exposición y a la objetividad con que describen y analizan la historia institucional del Ejército Peruano.
Fuente:http://pablomacera.blogspot.com/2009/09/historia-general-del-ejercito-del-peru.html
lunes, 24 de mayo de 2010
miércoles, 21 de abril de 2010
LISTA DE PONENTES ACEPTADOS-II CIEH
PONENTES NACIONALES
DANIEL MORÁN; UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN MARTÍN-IDAES
"MARTÌN MOTTA GARCIA;
" UNIVERSIDAD DE SAN MARTÌN DE PORRES
TANIA ISABEL ELÍAS LEQUERNAQUÉ, ALAS PERUANAS
CARLOS BENJAMÍN ZEGARRA MORETTI, INSTITUTO DE PASTORAL ANDINA (IPA)
ELARD MAMANI MAMANI; UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN
JIMMY DAVID ATARAMA OREJUELA UNMSM
ALDO CALLALLI PIMENTEL; UNMSM
CHRISTIAN I. APONTE FAJARDO; UNMSM
EFRAIN HUAMANCHAHUA CARRASCO; UNMSM
ESTEFANIA QUEIROLO DEL HIERRO; UNMSM
GONZALO ZAVALA CÓRDOVA; UNMSM
GUILLERMO ALEXÍS FERNÁNDEZ RAMOS; UNMSM
GUSTAVO NICOLÁS CAMPOS JEGÓ, ANTONIO JOSÉ CHANG HUAYANCA; UNIVERSIDAD DE SAN SEBASTIÁN - UNMSM
JESÚS YARIN CHUMPITAZI YÁÑEZ, UNMSM
JORGE ANTONIO SARMIENTO SICOS, JESSICA UBALDINA PALOMINO; UNMSM
JOSE LUIS AMBROSIO GARCIA. UNMSM
JOSÉ S. VASQUEZ MENDOZA; UNMSM
JUAN CARLOS TORRES VENEGAS; UNMSM
JUAN JOSÉ PACHECO IBARRA, UNMSM
JUVENAL LUQUE LUQUE; UNMSM
LAURA ISABEL MARTÍNEZ SILVA, LLEISEN HOMERO QUIROZ CABAÑAS, UNMSM
LUIS REYNALDO CHÁVEZ LARA; UNMSM
MARGARITA MORA PONCE, UNMSM
MARÍA DEL ROSARIO RODRÍGUEZ JAIME; UNMSM
MARIZA HUAMÁN QUISPE, UNMSM
MARTIN ALBERTO GONZALES PASTRANA; UNMSM
MARTY AMES ZEGARRA; UNMSM
MICHAEL IVÁN MENDIETA PÉREZ; PUCP/ UNMSM
MILAGROS DEL ROCÍO MACEDO ROIG; UNMSM
MIZAEL REMI HUAMANÍ COELLO; UNMSM
NADIA MILUSHKA LÓPEZ SONCCO; UNMSM
POLICARPO CCANRE SALAZAR; UNMSM
TALIA ZENAIDA CHOQUE CHIPANA; UNMSM
VLADIMIR UÑAPILLCO CHAMPI; UNMSM
YVAN HERNÁNDEZ AGURTO; UNMSM
FRANKLIN JESÚS MEDRANO DÍAZ; UNMSM
CHRISTIAN MICHEL CARRASCO CELIS; UNMSM
CARLOS MORALES CERÓN UNMSM
COLOMBIA | |
ALEXANDER CHAPARRO SILVA | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
YECID RODRÍGUEZ FRANCO; ARTURO CAMELO NIÑO | UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL DE COLOMBIA; UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
ASTRID FERNANDA BENAVIDES HOYOS | UNIVERSIDAD DEL CAUCA |
CRISTIAN GIOVANNY SALAMANCA ARÉVALO | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
DIANA MARCELA SUÁREZ ARANGO | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
ESTEPHANY GUZMÁN GONZÁLEZ | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
JOHANA HIGUITA CASTRO | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
JORDI MAURICIO ROMERO CASTILLO | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
JOSÉ FRANCISCO MENESES PIÑEROS | PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA |
JUAN PABLO BEDOYA MOLINA | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
ESTEPHANY GUZMÁN GONZÁLEZ | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
JUAN ESTEBAN SANTA SULOAGA | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
LAURA ANDREA SOTELO VALDES | UNIVERSIDAD DEL CAUCA |
LUIS MIGUEL JIMÉNEZ RAMOS | UNIVERSIDAD DE LOS ANDES |
MAURICIO ARCILA ARANGO | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
MIGUEL FELIPE DAZA GÓMEZ | UNIVERSIDAD DE LOS ANDES |
NATALIA MAHECHA ARANGO | UNIVERSIDAD DE LOS ANDES |
NYDIA GÓMEZ LEAL, JENNI LORENA MAHECHA GONZÁLEZ, ANA SERRANO GALVIS Y DIEGO ROLANDO ALARCÓN HERNÁNDEZ | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
PILAR ADRIANA REY HERNÁNDEZ | UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO |
ZULMA ROCÍO ROMERO LEAL | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
DAVID FELIPE PEÑA VALENZUELA; KATHERIN ANDREA PINZÓN RAMOS | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
JEIMY PAOLA PRIETO MEJÍA | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
JOSÉ LUÍS FERNÁNDEZ CHAVARRÍA | PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA DE BOGOTÁ |
JULIANA RESTREPO MARÍN | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
SLENKA LEANDRA BOTELLO GIL | UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA |
ANDRÉS FELIPE DELGADO SANTANA | UNIVERSIDAD DE LOS ANDES |
BOLIVIA | |
ANAHÍ ANGLES STRAUSS, GONZALO DÍAZ DÍAZ DE OROPEZA | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRÉS (UMSA) |
CAROLAY ALEYDA CUBA CARDENAS | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
JHOSMANE JESUS ROJAS PADILLA - EDWIN JERÓNIMO BALBOA YUPANQUI | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
GONZALO DÍAZ DÍAZ DE OROPEZA | UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVIANA(UCB) "SAN PABLO" |
JESÚS NILO LLUSCO MAMANI | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
JHOSMANE JESUS ROJAS PADILLA | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
JUAN PABLO DE RADA SUÁREZ | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
RAMIRO RAFAEL SANJINES RODRIGUEZ; JOSÉ LUÍS PINTO MAMANI | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
CARLOS GUILLERMO ZAMBRANA LARA | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
CONCEPCION CAMPOS CASTILLO, LIZETH DANIELA TROCHE GUZMAN, STHEFANY TANIA TOLA APAZA | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
DEVORA ALINNE VARGAS SARMIENTO | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
GIOVANNI BELLO GOMEZ, TOMAS FERNÁNDEZ TEJERINA | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
NILDA LLANQUI QUISPE, LUPE JIMENA MAMANI MAMANI, ROCIO MAMANI SARZURI, ELISA TICONA RAMOS Y LOURDES UCHANIER LECOÑA | UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES (UMSA) |
ESPAÑA | |
CLAUDIO HERNÁNDEZ BURGOS | UNIVERSIDAD DE GRANADA |
PABLO HERNÁNDEZ RAMOS | UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID |
ECUADOR | |
PABLO RAYMOND MERIGUET CALLE | PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR |
URUGUAY | |
ANDRÉS FRANCISCO SERRALTA MASSONNIER, DIEGO MARTÍN OLIVEIRA FACELLI | INSTITUTO DE PROFESORES ARTIGAS |
PABLO MARTÍN, CAMPS UMPIÉRREZ. | INSTITUTO DE PROFESORES ARTIGAS |
BRASIL | |
DILMA ALEXANDRE DOS SANTOS | UNIVERSIDADE FEDERAL DE ALAGOAS - UFAL |
DANIELLE BASTOS LOPES, LUCIANA COUTINHO SODRÉ | UNIVERSIDADE DO ESTADO DO RIO DE JANEIRO |
SANTOS, JOSÉ APARECIDO DOS. JOSÉ ROBERTO DOS SANTOS | DE LA UNIVERSIDAD FEDERAL DE ALAGOAS |
KAROLINE DE OLIVEIRA REBOUÇAS, KARINA DE OLIVEIRA BRITO | FACULDADE JOÃO CALVINO (BAHIA-BRASIL) E INSTITUTO CUIABANO DE EDUCAÇÃO (MATO GROSSO- BRASIL) |
RAYSSA MARIA PEREIRA ARAÚJO | UNIVERSIDADE FEDERAL DO CEARÁ |
MÉXICO | |
RAFFERTY CAMPOS ARTEAGA | UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO |
OMAR DARÍO OLIVO HUERTA | UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO |
OMAR FABIÁN GONZÁLEZ SALINAS | UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO |
NAYELI FABIOLA MOCTEZUMA MORENO | FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, UNAM |
MARIO SORIANO LICONA | UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA |
MAGALI SÁNCHEZ GARCÍA | COLEGIO DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS (FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS) UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO |
LUCIANO CONCHEIRO SAN VICENTE | FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO |
JOSÉ LUÍS TRUJILLO TORRES | UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO |
JOSÉ RAMÓN ESPINOSA JULIÁN | FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, COLEGIO DE BIBLIOTECOLOGÍA. UNAM |
JORGE ALBERTO GRANADOS DE LOS RÍOS | Universidad Autónoma de México |
JORGE ALFONSO CASTILLO BONFIL | Universidad Autónoma de México |
ISRAEL UGALDE QUINTANA | UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO |
GABRIELA LÓPEZ RUIZ | UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO |
ERNESTO TORRES MACÍAS | UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE ZACATECAS “FRANCISCO GARCÍA SALINAS” |
EMMANUEL RODRÍGUEZ BACA | UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO |
ELIZABETH VÁZQUEZ GÓMEZ | UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO |
DIEGO TÉLLEZ ANTA | UNAM |
OSCAR ENRIQUE ANG RIVERA | UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA- UNIDAD IZTAPALAPA |
DOMINGO ESPAÑA SOTO | UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO |
IRVING PÉREZ MEJÍA | UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO |
BLANCA ADRIANA CAMACHO PADILLA | UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MÉXICO |
BENJAMÍN MENDOZA MADRIGAL | U.M.S.N.H. |
ANGÉLICA BAENA RAMÍREZ | UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO |
ROSALINDA VÁZQUEZ ARROYO | INSTITUTO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES ALFONSO VÉLEZ PLIEGO. BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA. MÉXICO |
GABRIEL KENRICK KRUELL | UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO |
ÁNGEL IVÁN SALCEDO GÓMEZ | UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO |
CHILE | |
MANUEL ALEJANDRO DURÁN SANDOVAL | UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE |
WILFREDO ANDRÉS URBINA ALVEAR | UNIVERSIDAD DE CHILE |
CAMILO ANDRÉS PLAZA ARMIJO | UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE (USACH) |
MARÍA EUGENIA FUENTEALBA GODOY | UNIVERSIDAD SAN SEBASTIÁN |
FRANCISCA NATALIA ROJAS PIZARRO | UNIVERSIDAD DE CHILE |
ESTEBAN SEPÚLVEDA OCAÑA NATALIA SÁNCHEZ ULLOA ALEJANDRA VALENZUELA CAVIEDES | UNIVERSIDAD CATÓLICA DE TEMUCO UNIVERSIDAD DE PLAYA ANCHA |
EDUARDO ANDRÉS GODOY SEPÚLVEDA | UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE |
NELSON ARIEL ARACENA RIQUELME | UNIVERSIDAD DE VALPARAÍSO |
MATÍAS MARAMBIO DE LA FUENTE | UNIVERSIDAD DE CHILE |
MARIO ARAYA SAAVEDRA | UNIVERSIDAD ARCIS |
ENRIQUE ANDRÉS RIOBÓ PEZOA | UNIVERSIDAD DE CHILE |
VENEZUELA | |
LUÍS BERNARDO WEKY | UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DEL TÁCHIRA – VENEZUELA |
ISAAC MARTÍNEZ JENNY ABREU | UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MIRANDA "JOSÉ MANUEL SISO MARTÍNEZ" |
FRANCISCO JAVIER TORRES GONZÁLEZ | UPEL – IPB |
CINTHIA GONZÁLEZ DESIREÉ OLARTE | INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MIRANDA “JOSÉ MANUEL SISO MARTÍNEZ” |
viernes, 16 de abril de 2010
EXPOSITORES MAGISTRALES DEL II CIEH
Dr. José Ignacio López Soria
(Centro de Altos Estudios Universitarios- OEI)
(Centro de Altos Estudios Universitarios- OEI)
Dr. Heraclio Bonilla
(Universidad Nacional de Colombia)
(Universidad Nacional de Colombia)
Dra. Karen Spalding
(University of Connecticut)
Dra. Cecilia Méndez Gastelumendi
(Universidad de California)
Dr. Georges Lomné
(Instituto Francés de Estudios Andinos)
Dr. José Luis Renique
(City University of New York)
Ph.D. Jo-Marie Burt
(George Mason University)
Dr. Jorge Alberto Trujillo Bretón
(Universidad de Guadalajara)
Mg.Martin Guillemette
(Universidad de París III-Sorbonne Nouvelle-IFEA)
Mg. Ítala De Maman
(Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba-Bolivia)
(Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba-Bolivia)
Lic. Rafael Restaino
(Museo y Archivo Histórico de Pergamino, Buenos Aires-Argentina)
(Museo y Archivo Histórico de Pergamino, Buenos Aires-Argentina)
Alejandro Mihovilovich Gratz
(Universidad de San Sebastián, Concepción-Chile
(Universidad de San Sebastián, Concepción-Chile
Lic. Jacqueline Liliana Carrillo Acosta
(Instituto Nacional de Patrimonio, Quito-Ecuador)
(Instituto Nacional de Patrimonio, Quito-Ecuador)
Dr. Waldemar Espinoza Soriano
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Dr.Cristobal Aljovín
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Dr. Carlota Casalino
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Dr. Jeffrey Klaiber
(Pontificia Universidad Católica del Perú)
Dr. Wilfredo Kapsoli
(Universidad Ricardo Palma)
Mg.Francisco Quiroz Chueca
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Mg.Juan Luis Orrego
(Pontificia Universidad Católica del Perú)
Mg.Lourdes Medina
(Comisión Permanente de Historia del Ejercito del Perú )
Lic.César Puerta Villagaray
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Lic. Ruth Borja Santa Cruz
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Comisión de Relaciones Públicas
lunes, 11 de enero de 2010
Independencia y Revolución: Nuevas luces en torno a una experiencia histórica latinoamericana
1. Presentación
El II Congreso Internacional de Estudiantes de Historia es un espacio de intercambio académico cuyas finalidades son la promoción del diálogo entre estudiantes y egresados de historia y de otras disciplinas afines, así como el incentivo a la investigación y la puesta en práctica de los conocimientos adquiridos tanto en las aulas de clase como en la experiencia particular.
2. Organización
Este espacio viene siendo impulsado por los estudiantes de pregrado de la Escuela Académico Profesional de Historia de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Cuenta con el apoyo Institucional del Centro de Estudiantes de Historia (CEHIS), la Escuela Académico Profesional de Historia y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
En la primera edición el Comité Organizador lo integraron estudiantes de la promoción 2002, en cuyas comisiones participaron estudiantes de las promociones más recientes. En esta ocasión es la promoción 2005 la encargada de asumir la dirección de este importante evento académico el cual no podría llevarse a cabo sin la activa participación de los estudiantes en su conjunto a quienes se les legará la responsabilidad de afianzar, difundir e institucionalizar este evento, generando así un espacio donde dar a conocer su producción además de compartir inquietudes con personas procedentes de otras realidades y con otras experiencias.
Siendo así provechoso para quienes participen en un evento como este, tanto para los dueños de casa como para quienes tengan la posibilidad de disfrutar de la estancia en nuestro país, y sobre todo en los ambientes de nuestra Alma Mater.
3. Participantes
El evento está dirigido para estudiantes provenientes de los cinco continentes (tanto de pregrado como postgrado), egresados e investigadores de la especialidad de historia, así como de otras disciplinas afines,
4. Ponencias
Las ponencias pueden ser trabajos monográficos, ensayos, capítulos de tesis (por sustentar o en proceso de elaboración) o investigaciones de otro tipo.
Los trabajos pueden ser individuales o grupales (estos últimos conformados hasta por 5 personas como máximo.)
Para su aceptación, las ponencias quedarán sujetas a evaluación por parte de la Comisión Académica. Tal Comisión está conformada por reconocidos profesionales de larga trayectoria tanto en el Perú como en el extranjero, quienes evaluarán las ponencias de acuerdo a sus respectivas especialidades.
Las ponencias podrán versar sobre alguna de las siguientes áreas temáticas:
- Etnohistoria.
- Historia Social.
- Historia Política.
- Historia de las Mentalidades.
- Historia y Género.
- Historia Económica.
- Historia del Arte.
- Historiografía.
- Historia de la Prensa y de los Medios de Comunicación.
- Historia, Violencia Política y Derechos Humanos.
- Historia Cultural.
- Historia de las Religiones.
- Historia de la Ciencia.
- Reflexiones o trabajos en torno a Bibliotecas, Museos y/o Archivos.
- Reflexiones en torno a Metodología, Teoría y/o Filosofía de la historia.
En ésta edición la temática central escogida llevará como título "Independencia y Revolución: Nuevas luces en torno a una experiencia latinoamericana”. Tal elección no va en detrimento de la variedad y amplitud de las áreas temáticas de las ponencias participantes en el II Congreso Internacional de Estudiantes de Historia, cuyos trabajos aspirarán siempre a la mayor heterogeneidad posible.
5. Requisitos para la presentación de ponencias
Las personas que deseen participar como expositores para el evento deberán primero de descargar el Formato único para la presentación de ponencias (FUPP), rellenarlo y enviarlo al correo electrónico correspondiente al área geográfica desde donde provenga el autor(es). El FUPP se divide en tres secciones:
Sección I: Datos personales
Rellenar los recuadros de acuerdo a los datos solicitados (Título de la ponencia, nombres y apellidos del autor(es), pertenencia institucional, y demás). En el último recuadro se debe de colocar el área o las áreas temáticas que guarden relación con la ponencia, de acuerdo a la lista dada líneas arriba (ejemplo: Historia y Género, Historia Económica, Historia de las Religiones, etc.).
Sección II: Resumen
Se debe de explicar en un máximo de 2 500 caracteres (incluyendo espacios) el contenido de la ponencia.
Sección III: Ponencia
No deberá exceder los 50 000 caracteres incluyendo espacios. Se exceptúan del límite: Referencias (bibliografía, fuentes consultadas, etc.), anexos y apéndices.
Formato requerido para el documento: .doc o .rtf
Formato requerido para el texto: Letra Arial de 12 puntos. Interlineado de 1.5 líneas
Las ponencias pueden estar escritas en español (recomendado), inglés, francés y portugués.
Recepción de ponencias:
- Para los ponentes provenientes de Europa, Asia, África y Oceanía: iicieh_world@hotmail.com
Para los ponentes provenientes del Continente Americano, según las siguientes zonas:
a) Zona Rioplatense: iicieh_r@hotmail.com
Se incluyen: Argentina, Paraguay y Uruguay
b) Zona Andina: iicieh_a@hotmail.com
Se incluyen: Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y Chile
c) Brasil: iicieh_b@hotmail.com
c) Centroamérica, el Caribe y las Guyanas: iicieh_c@hotmail.com
d) Norteamérica: iicieh_n@hotmail.com
Se incluyen: México, Estados Unidos y Canadá
e) Perú: iicieh2010@hotmail.com
Este es el único correo para Perú.
Se recomienda enviar nuevamente las ponencias si no les ha sido contestado el correo (para todos los casos).
Cronograma:
Las ponencias se recibirán hasta el 27 de marzo del 2010.
6. Beneficios para los participantes
La inscripción incluye materiales y certificación a nombre de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, así como la recopilación de las ponencias presentadas en el Congreso (actas).
Los asistentes tendrán la opción de disfrutar de un circuito turístico en la ciudad de Lima el día de la inauguración. La clausura incluirá una noche de esparcimiento como actividad de despedida. También se tiene pensado realizar una visita guiada al Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú- una de las más importantes instituciones culturales del país- en cuya sede funcionó anteriormente un Palacio Virreinal, y que sirvió de residencia al Gral. San Martín y a Simón Bolívar durante las guerras de la independencia, entre otras actividades.
7. Costos de los paquetes de hospedaje:
El contenido de los paquetes comprende los 5 días centrales del evento:
Paquete A: *120 $
Habitación individual con baño propio.
Alimentación (Desayuno y Almuerzo)
Circuito turístico interno
Materiales (fólder, lapiceros, hojas)
Certificación
Recopilación de las ponencias (Actas)
Recuerdos.
Paquete B:* 110 $
Habitación compartida con baño propio
Alimentación (Desayuno y Almuerzo)
Circuito turístico interno
Materiales (fólder, lapiceros, hojas)
Certificación
Recopilación de las ponencias (Actas)
Recuerdos.
Paquete C: *100 $
Habitación compartida con baño compartido
Alimentación (Desayuno y Almuerzo)
Circuito turístico interno
Materiales (fólder, lapiceros, hojas)
Certificación
Recopilación de las ponencias (Actas)
Recuerdos.
*El precio del dólar está sujeto al tipo de cambio.
8. Inscripciones
Incluye materiales y certificación
Nacional
Sanmarquinos
15 dólares = 45 soles
Otras instituciones
20 dólares = 60 soles
15 dólares = 45 soles
Otras instituciones
20 dólares = 60 soles
Extranjero
23 dólares = 70 soles
23 dólares = 70 soles
*El precio del dólar está sujeto al tipo de cambio.
Si tiene alguna duda o consulta relacionada al evento, puede contactarnos a través del siguiente correo electrónico: iicieh2010@hotmail.com o visitar nuestra pagina web:
http://www.ciehperu.com/
Si tiene preguntas en torno a hospedaje, alimentación y relacionados puede contactarnos a través de : cl@ciehperu.com
¡La ciudad de Lima los espera!
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Facultad de Ciencias Sociales
E.A.P de Historia
Centro de Estudiantes de Historia (CEHIS)
Comité Organizador del II CIEH
Lima, febrero del 2010
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